Fue como si los compositores se hastiaran del formalismo un tanto coagulado y empleasen el juego como alivio de tensiones. Gracias al solista, el público comprobó que la trompeta, así como elude heroicos desplantes, puede incubar consoladoras ternuras. El maestro Beltrán Zavala afrontó el amoroso reto de hacernos constatar esos primeros relámpagos del gran sordo, se amoldó en tiempo, obtuvo un timbre homogéneo y nos llevo a percibir las texturas instrumentales de las secciones. Cristalino y ordenado, con el correcto brío caudal, el Allegro de entrada nos preparó para las elegancias del Andante cantabile, bien manipulado por Beltrán, así como el Scherzo (más que Minuetto) potente y ágil. Ya con típicos contrastes y frases electrizantes muy beethovenianas, el Allegro vivaz concluyente fue otra fortaleza de nuestra orquesta.

Source: Diario de Yucatán November 08, 2020 09:00 UTC